Reproducimos el artículo publicado en Noticiasdigital.es de Francisco Giménez-Alemán:
Recuerdo con gratitud y nostalgia que durante el tiempo en que tuve responsabilidades en Telemadrid las relaciones entre la Dirección y los Sindicatos estuvieron siempre presididas por la lealtad institucional y la cercanía personal. En ocasiones, también, por momentos difíciles y tirantes. Pero nunca se llegó a romper la cuerda ni nunca se abandonó la mesa de negociación por causa de propuestas abusivas. Conservo muy buena memoria de los representantes de las centrales sindicales: CC.OO., UGT y CGT. Es más, su sentido de la responsabilidad permitió que los acuerdos se alcanzasen por consenso, con lo que en esos primeros años de este siglo no hubo en la casa otras huelgas que las convocadas a nivel nacional por los Sindicatos contra las políticas del Gobierno Aznar.
Traigo a colación estos recuerdos porque me parece inverosímil que con aquella misma representación de los trabajadores con los que siempre tuvimos puntos de encuentro se esté ahora en guerra abierta, sin diálogo posible en vísperas del desmantelamiento de una TV autonómica que tantos y tan buenos servicios ha dado al pueblo de Madrid. Empiezo por pensar que se trata de una cruel pesadilla la filtración periodística de que los consultores han dictaminado el inexcusable despido de 925 trabajadores de Telemadrid y Onda Madrid. Es de no creer que un 80 % de la plantilla pueda quedar sin empleo, lo que significa que el veinte por ciento restante solo podrá acudir a encender las luces, mantener la continuidad y lanzar videos, uno detrás de otro, porque será imposible cualquier intento de programación propia y variada.
No me cabe la menor duda de que estamos ante un globo sonda para meterle las cabras en el corral a los trabajadores que, así, acongojados y moralmente debilitados, podrían ofrecer menor resistencia a lo que se les viene encima. Porque no cabe en cabeza humana que una TV de servicio público como la madrileña pueda operarse con tan solo dos de cada diez profesionales. Profesionales, por cierto, excelentes, de cuyas filas han ido saliendo técnicos, programadores, directores de antena y periodistas para otros muchos medios que se han enriquecido así con una de las mejores escuelas de TV del último cuarto de siglo en España.
La pavorosa cifra de 925 empleos a destruir me parece lisa y llanamente una gran inmoralidad, una cobardía de la Comunidad de Madrid que antes de asumir el reto de hacer una televisión digna y con audiencia ha dejado que el share llegue a extremos inaguantables, lo que servirá de argumento para el cierre a los mismos que lo han propiciado. Es una vergüenza, dicho sea con el único término que gráficamente define la situación a la que se enfrenta el colectivo laboral de Telemadrid.
Quiero asimismo invocar el grato recuerdo del Consejo de Administración del Ente Público Radio Televisión Madrid, entonces con mayoría del PP y con representantes del PSOE y de IU, que respaldó siempre los intereses de la empresa y se constituyó en firme defensor de los trabajadores. En cuatro años –la segunda legislatura del Presidente Ruiz-Gallardón- el consejo no tuvo necesidad de votar ni una sola vez dado el alto grado de consenso que se alcanzaba en las deliberaciones. Y pese a los problemas de financiación que ya se adivinaban en el horizonte, Telemadrid mantuvo la totalidad de su plantilla y resolvió felizmente la enquistada cuestión de los cámaras externos que fueron reconocidos como personal fijo de la empresa. Sencillamente porque era de justicia.
Con Telemadrid y con sus trabajadores, cuantos hemos pasado por esa en otro tiempo ejemplar TV pública debemos deplorar que se anuncie la hora de sus desmantelamiento, en la esperanza, que nunca se pierde, de que la Comunidad de Madrid reflexione y detenga el atropello que se intenta perpetrar.